CAPITAL E IDEOLOGÍA. THOMAS PIKETTY. Gráficos.
Traducción de Daniel Fuentes Castro. Primera edición (Colombia): noviembre de 2019. 1247 páginas.
Los esclavos carecen de identidad personal (no se les reconoce un
nombre como tal), de derecho a la vida privada, a la vida familiar o al
matrimonio y de todo derecho de propiedad, y, por supuesto, no tienen ningún
derecho a la movilidad. En vísperas de 1789, unos 40.000 africanos eran llevados cada año a
Puerto Príncipe (capital de la colonia francesa) y Cabo Haitiano para sustituir
a los fallecidos y aumentar la existencia de esclavos, que crecían a un ritmo
extremadamente rápido. A principios del siglo XXI, esto concierne a los trabajadores
inmigrantes, tanto en las monarquías petroleras del Golfo Pérsico como en
Europa y el resto del mundo, a menudo en una situación demasiado precaria como
para hacer valer sus derechos y negociar sus salarios y sus condiciones de
trabajos. Haití pagó esta deuda a sus acreedores franceses y
americanos de 1825 a 1950; es decir, hasta mediados del siglo XX. Tesis de su realidad: compensar a los dueños de los
esclavos por la pérdida de sus propiedades. 150 millones de francos de oro
fijada en 1825. Endeudamiento del
gobierno haitiano con bancos franceses. El caso de Haití pone de manifiesto el vínculo
estrecho y persistente entre la esclavitud y la deuda. En las Antillas francesas, las principales
concentraciones de esclavos estaban en Martinica, Guadalupe y, especialmente,
Santo Domingo, que por sí sola reunía màs de 450.000 esclavos. […] Santo Domingo se convirtió a finales del siglo
XVIII en la joya de las colonias francesas, la màs próspera y rentable de todas
gracias, en particular, a su producción de azúcar, café y algodón. Santo
Domingo fue colonia francesa desde 1626.
La tesis del esquema propietarista. (Tomado del texto capital
e ideología, Thomas Piketty. Las sociedades esclavistas: la desigualdad
extrema. Páginas 251 - 307.
Todas las sociedades tienen necesidad de justificar sus desigualdades: sin razón de ser, el edificio político y social en su totalidad amenazaría con derrumbarse. Por eso, en cada época se genera un conjunto de discursos e ideologías que tratan de legitimar la desigualdad tal y como existe o debiera existir, así como de describir las reglas económicas, sociales y políticas que permiten estructurar el sistema. De la confrontación entre estos discursos e ideologías, que es al mismo tiempo intelectual, institucional y política, surgen generalmente uno o varios relatos dominantes en los que están basados los regímenes desigualitarios existentes en cada momento.
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